A JOSÉ RAMÓN SÁNCHEZ, DIBUJANTE E INVITADO ESPECIAL EN EL XII SALÓN INTERNACIONAL DEL CÓMIC DE HUELVA
Os dejamos con las palabras de nuestro compañero Juan Luis Villegas, que hoy ha podido conocer a una persona muy importante en su vida: el dibujante José Ramón Sánchez.
Lo más
importante que hacen por nosotros los grandes artistas es darnos
forma. Somos lo que hemos vivido y, en parecida medida, todo lo que
hemos dejado de vivir. Ello incluye lo leído, presenciado,
escuchado, admirado, estudiado, descubierto, en definitiva, todo lo
que nos hizo pensar como hemos ido pensando y existir como hemos ido
existiendo. Muy pocos de esos artistas, los que podemos considerar
verdaderamente inmensos, además han sido capaces de cambiarnos la
biografía. Hace unas horas tuve el placer y el privilegio de
conocer a quien cambió la mía.
En una época en
la que aún era posible pasar por televisión extraordinarios
programas culturales dirigidos a todos los públicos, el dibujante
José Ramón Sánchez tenía un pequeño espacio en un programa
infantil los jueves por la tarde. En él nos hablaba de obras de
algún autor durante unos minutos, al tiempo un rotulador negro en su
mano, con pasmosa destreza y seguridad, iba revelando un retrato del
personaje en cuestión. A veces empezaba por un pie, otras veces por
la nariz, otras por la oreja. El resultado era siempre el mismo: una
epifanía ante la imagen, de personalísimo estilo, que se iba
formando, y su don de palabra.
Una de aquellas
tardes, quiero recordar que empezó dibujando el flequillo partido en
dos de un escritor del que, a mis diez años o así, aún no había
tenido noticia, mientras hablaba de una novela suya titulada El
retrato de Dorian Gray. Como solía hacer con todas sus
recomendaciones, me apresuré a hacerme con un ejemplar; sin embargo,
esta obra la leí con inusual devoción. Desde ese momento hasta
hoy, no he dejado de acudir a intentar encontrar algo de quien soy en
los escritos de un dandy de genio exquisito, al que el resto de las
personas hizo la vida imposible hasta su aniquilación, por el
delito, al parecer imperdonable, de ser absolutamente honesto en su
forma de entender el amor y la belleza.
Un par de
décadas después, cuando decidí presentarme a las oposiciones para
profesor de educación secundaria, la fortuna quiso que me tocara
exponer en la prueba oral lo que sabía de Oscar Wilde y poco faltó
para que el tribunal me amordazase para conseguir que dejara de
hablar. El presidente, al felicitarme por conseguir la plaza, me
informó de que el amor que transmitía por la obra de este escritor
fue decisivo para ellos. Hoy puedo decir que tengo una profesión que
me hace feliz gracias a que una tarde de jueves allá por los años
setenta, la magia surgida de los dedos y de la dicción de este
dibujante culto me ayudó a crecer amando los libros. Ha sido mi
sorpresa feliz de esta mañana de viernes poder estrechar la mano de
este artista, charlar un rato con él (de Oscar Wilde, entre otros
temas) y agradecerle hoy aquella sugerencia que cambió el curso de
mi vida.
Invito a todos a conocer su obra como dibujante, ilustrador y
pintor, compleja, llena de matices, riqueza, profundidad y amor por
la cultura, en tiempos en los que el mensaje audiovisual (ello
también incluye el musical, no lo olvidemos) se ha esquematizado
hasta caer a menudo en la vulgaridad, la insustancialidad o la
simpleza. Pueden disfrutar de una muestra de ella y de otros autores
como Calpurnio o Jape en el XII Salón Internacional del Cómic de
Huelva hasta el domingo 27 de mayo. Y si pueden, hagan por saludar a
José Ramón y escuchen con atención lo que les recomiende leer:
valdrá la pena.
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